En el mundo actual se da una curiosa y más que sorprendente paradoja. Por una parte, la gran mayoría de los ciudadanos tienen muy claros sus derechos como consumidores y analizan en detalle la calidad de los productos que van a adquirir. Y si luego lo comprado no cumple con las características que ofertaba el vendedor, el consumidor hace prevalecer sus derechos denunciando al avispado comerciante que les ha querido dar gato por liebre.